Notimex. El famoso poeta y prosista mexicano Amado Nervo, cuyo nombre verdadero fue Juan Crisóstomo Ruíz de Nervo y Ordaz, falleció en Montevideo, Uruguay, el 24 de mayo de 1919, dejando tras de sí una obra imperecedera que le ha valido ser considerado uno de los pilares del Modernismo.
Originario de la ciudad de Tepic, Nayarit, Nervo nació el 27 de agosto de 1870 y en 1884 asistió a un colegio en Jacona, Michoacán, y después al Seminario Conciliar de Zamora, donde permaneció cinco años.
Cuentan sus biógrafos que la familia, de clase media venida a menos, tuvo que enfrentar problemas económicos que obligaron a Nervo a dejar inconclusos sus estudios eclesiásticos, aunque también consideran sus inclinaciones literarias en la toma de esta decisión.
Se trasladó a la Ciudad de México a radicar y comenzó a trabajar en pequeños negocios de comercio, al tiempo que se empezó a relacionar con personajes del periodismo y las letras.
En este medio, añaden sus datos biográficos, empezó a conseguir fama a través de su oración fúnebre a la muerte de Manuel Gutiérrez Nájera en 1895 y la publicación de su novela “El bachiller”.
Comenzó a colaborar con varios periódicos que le publicaron poemas, cuentos, crónicas, semblanzas, críticas de libros y teatro.
Su agilidad y talento como periodista derivó en la responsabilidad de ser enviado a París por el diario “El Imparcial”, como corresponsal para cubrir la Exposición Universal de fin de siglo, de acuerdo con el sitio “biografíasyvidas”.
Durante su estancia de dos años en Europa desarrolló una gran amistad con personajes como Rubén Darío y otros escritores del llamado “Modernismo”.
Los especialistas coinciden en la idea que Nervo adoptó los principios y filosofía del Parnaso, grupo que intentó reaccionar contra la poesía utilitaria y declamatoria que se encontraba en boga en aquel periodo, así como contra el romanticismo lírico, en el que la expresión de sentimientos, pasiones encendidas y convicciones intimas, interferían en el florecimiento de la belleza artística pura.
Ana Cecilia Luisa Dailliez fue el amor de su vida, la conoció en París y pasó su vida con ella de 1901 a 1912.
La muerte de Ana se convirtió en un doloroso episodio en la vida de Nervo, del cual se valió para escribir los versos de “La amada inmóvil”, obra que vio la luz hasta después de la muerte del autor mexicano.
A su regreso a México, luego de años de cultivar su pasión por las letras, siguió colaborando para diferentes periódicos y publicó algunos libros, también se desempeñó como profesor de español, historia y literatura en la Escuela Nacional Preparatoria y en otros colegios.
En 1906 ingresó en el servicio diplomático mexicano y fue encargado de diversas tareas en Argentina y Uruguay. Finalmente fue designado como secretario segundo de la Legación de México en España.
Hacia 1918 recibió el cargo de Ministro Plenipotenciario de Argentina y Uruguay. Un año después falleció en Montevideo, donde conoció al notable escritor y periodista Juan Zorrilla San Martín, con quien también desarrolló entrañable amistad y a decir de los especialistas, influyó de manera decisiva en el acercamiento que Nervo tuvo con la iglesia católica en los últimos días de su vida.
Su obra, contiene meditaciones acerca de la existencia humana, sus problemas, conflictos y misterios, así como el eterno dilema entre la vida y la muerte.
Según los estudiosos de su obra, al principio de su carrera, su lírica se vio innegablemente influenciada por Rubén Darío, además de dejarse llevar por sus intuiciones y raíces religiosas de la juventud, que inspiraron las líneas de “Perlas Negras” de 1869 y “Místicas” de 1898.
Años más tarde, durante su estancia en Europa y Latinoamérica, la influencia que recibió de estos países, sobre todo de Francia, le restó mística y las preocupaciones religiosas de antaño. En ese tiempo escribió las obras “Poemas” en 1901, seguido en 1902 de “El Éxodo y las flores del camino”, “Hermana agua” y “Lira heroica”.
“Los jardines interiores” en 1905 cerró este ciclo en el que Nervo mostró un exquisito refinamiento a la hora de escribir, acompañado de una gran preocupación por perfeccionar la forma de la estrofa y de la escritura en sí.
Para 1909 publicó “En voz baja”, con lo que se supone se inició su camino hacia la paz espiritual, acompañado del dolor de la muerte de su amada, dando paso a la transformación que sufrió el poeta y que se puede constatar en la obra “Serenidad” de 1914.
La frase “La muerte es la libertad absoluta”, se puede leer en su texto titulado “Plenitud”, de 1918, en el cual el autor trató de alcanzar al Nirvana, influenciado por las doctrinas orientales.
De igual manera, este sentimiento de paz se puede encontrar en obras como “Elevación” en 1916, “el arquero divino”, publicada de manera póstuma y “El estanque de los lotos” de 1917.
Se hizo una recopilación de sus obras ya conocidas y de otras inéditas en una edición publicada por Alfonso Méndez Plancarte en 1938, acompañada por el estudio “Mañana del poeta”. Por otro lado, sus “Obras completas”, ordenadas por el humanista Alfonso Reyes, aparecieron en Madrid, de 1920 a 1928, en una serie de 20 volúmenes.
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