El arte de saber vivir.- Tus hijos no son tus hijos. Son hijos e hijas de la vida deseosa de sí misma. No vienen de ti, sino a través de ti y aunque estén contigo no te pertenecen.Puedes darles tu amor, pero no tus pensamientos…” Khalil Gibran.
Hay madres tóxicas que en el nombre del amor se vuelven controladoras y manipuladoras de sus hijos, interfiriendo en el desarrollo de su autonomía y madurez. Este comportamiento materno puede generar en los niños daño emocional, llegando incluso a producirles sufrimiento. Estas madres, lejos de formar a sus hijos para ser independientes, los educan para la sumisión y la dependencia.
La madre es la persona más significativa en la vida de su hijo. Es el referente principal en la formación de su personalidad. A su lado el niño se siente querido y seguro, pero a medida que crece, este vínculo estrecho debe irse transformando en un apego saludable, que permita el desarrollo de su independencia, sus criterios para la toma de decisiones y su autoconfianza.
El adulto en el que se convertirá ese niño, su personalidad, sus valores y carácter, es en gran medida moldeado por la educación que recibe en el hogar. Los mensajes parentales tienen una gran influencia, principalmente lo que hace y dice la madre crea los cimientos para el desarrollo emocional de su hijo. El tipo de persona que será, cómo afrontará la vida y sus dificultades, llevará el sello materno.
¿Cuándo dejas de ser una madre nutritiva para convertirte en tóxica?
Ninguna madre en pleno uso de sus facultades quiere hacerle daño a su hijo, al menos no conscientemente. Sin embargo, muchas veces con sus actitudes y comportamientos generan situaciones que lo afectan emocional y psicológicamente.
¡Veamos! Estás comportándote como una madre tóxica si:
En vez de fomentar la independencia de tu hijo le haces ver que te necesita en todo momento. Por tanto, le resuelves todo, hasta el mínimo inconveniente, generando una dependencia perniciosa.
Lo complaces siempre, le construyes una burbuja de felicidad que lo aleja de la vida real, con sus fracasos y adversidades cotidianas, lo que le impide desarrollar tolerancia a la frustración y madurar emocionalmente.
Tratando de evitarle sufrimientos y dolor le impides que se exponga, que tome decisiones por sí mismo, que se equivoque y aprenda de sus errores.
En lugar de estimularlo para crecer emocionalmente, le coartas con mensajes ambiguos, le transmites inseguridad, no lo dejas decidir, lo manipulas diciéndole o haciéndole ver que no es capaz de nada sin ti.
Controlas su vida, no le dejas escoger sus amistades, sus actividades extracurriculares, y siempre terminas por imponerle tu criterio.
Te adelantas a responder por él sin detenerte a pensar lo que tu hijo opina y desea, y sin dejarle oportunidad para expresarse.
Te burlas de sus desaciertos y críticas destructivamente comparándole con otros que consideras mejor.
Le trasmites tus miedos e inseguridades evitando que se arriesgue por algo que considera valioso e importante.
Le niegas y condicionas tu apoyo y afecto si se atreve a contradecirte.
Le impones tus propios intereses, haciendo que tenga la vida que tú hubieras querido llevar, anulando sus preferencias, intereses y vocación.
¿Cómo dejas de ser una madre tóxica?
Mostrándole a tu hijo lo que es correcto con el ejemplo, asignándole responsabilidades y enseñándole el valor del trabajo y el esfuerzo.
Si se equivoca hazle ver que cada error es una oportunidad de aprendizaje y que siempre se puede aspirar a ser mejor persona. Cultiva su autoconfianza, anímalo a luchar por lo que quiere, que no se rinda ante los obstáculos.
Sobre todo, respétalo y ámalo incondicionalmente. ¡Déjale ser!
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