El arte de saber vivir.- La experiencia en la psicología clínica muestra que la familia, por ser el núcleo social por excelencia, se convierte en factor protector importante para superar las diferentes problemáticas que nos aquejan y refugiarnos en afecto cuando sentimos que las cosas no nos salen como esperamos.
Por esto, las relaciones familiares se convierten en un tema de interés general en los programas de salud mental de las poblaciones, al encontrarse que la armonía en el hogar favorece el equilibrio emocional de sus integrantes.
Sin embargo, un alto porcentaje de familias se caracteriza por mantener un clima de tensión en sus relaciones, que afecta la vida cotidiana en el hogar, y se convierte en factor estresante para sus integrantes. Como me manifestaba una paciente en alguna ocasión: “Al llegar a casa después de un día agitado en el trabajo, buscando el calor y afecto en el hogar, me encuentro con todo lo contrario, los niños se pelean entre sí, mi esposo casi ni me saluda por estar metido en su computador y veo que el único que me recibe bien es el perro…”
Esta situación refleja algo que lamentablemente se ha vuelto cotidiano en nuestros hogares: A pesar de considerar a la familia como el eje de la sociedad, no nos interesamos por fortalecer los lazos de unión entre sus miembros y se asume que es suficiente el hecho de compartir un techo como vivienda para sentir que las cosas van bien en familia.
La armonía en las relaciones es algo que se construye con el compromiso y empeño de todas las personas que comparten el círculo familiar. No es algo que se define por un espacio físico compartido sino por la calidad de los lazos de interacción en el contacto de las personas.
El estrés en las relaciones familiares puede ser tomado como una causa o una consecuencia, según se presente. Como causa, se observa que las personas que mantienen relaciones de tensión al interior del hogar presentan una mayor tendencia a tener problemas en la interacción con otros, en su desempeño profesional, ven afectada su salud mental y tienen mayores problemas de adaptación en contextos diversos.
Como consecuencia, se observa que muchas personas llevan los problemas que les suceden en las diversas esferas de su vida al ambiente de la familia, afectando las relaciones y el ambiente en su interior. Muchas veces los problemas en el trabajo, la escuela, con los amigos y demás, conllevan a manifestaciones explosivas en casa, que derivan en discusiones, conflictos y tensiones en el hogar.
Algunas de las situaciones asociadas como manifestaciones de estrés familiar son:
Fallas en la comunicación y expresión afectiva entre los miembros del hogar.
Manejo inadecuado de las normas y la autoridad en casa.
Toma de decisiones que competen a la familia.
Involucramiento en la vida íntima de las personas.
Falta de confianza en las relaciones interpersonales.
Manejo de los asuntos económicos y financieros.
Asunción de las responsabilidades en el hogar.
Problemas intergeneracionales.
Poca tolerancia, no aceptación de las diferencias personales.
Implicación de terceros en los asuntos propios de la familia.
Estas situaciones afectan la dinámica del hogar y convierten a la familia en un espacio de tensión que se proyecta en las diversas dimensiones intra y extra familiares, generando desequilibrio y perturbación en cada uno de sus integrantes. Por fuera del espacio del hogar reflejamos nuestra realidad familiar, si no estamos bien en familia, difícilmente podremos estar bien en otros contextos.
Si se asume que la familia debe ser un entorno protector para sus integrantes, entonces se buscará fortalecer la armonía en las relaciones y la creación de espacios de confianza para afrontar las situaciones demandantes de la vida cotidiana. El abrigo de la familia es fundamental para hacer frente a las situaciones conflictivas que se nos presentan a diario.
Para fomentar la armonía en el hogar y disminuir el estrés en las relaciones familiares, es necesario:
Propiciar la unidad familiar
En términos sociales, la familia es la base de la interacción humana. Es necesario crear espacios que fomenten el vínculo de las personas mediante estrategias como: El uso en familia del tiempo libre, compartir espacios comunes como el momento de la alimentación, hacer salidas juntos, evitar el uso de aparatos electrónicos mientras se comparte en familia, entre otras.
Compartir responsabilidades en familia
Los asuntos que atañen a la familia y las decisiones que éstos implican, deben ser compartidos entre sus miembros. Tener claridad en las tareas que cada persona debe cumplir, definir obligaciones que resulten equitativas y sentir que cada uno aporta en los asuntos propios del hogar, favorece la dinámica de las familias y su crecimiento como colectivo social.
Acudir al diálogo ante la adversidad
Uno de los elementos básicos para manejar el estrés en familia es buscar el diálogo como mecanismo de afrontamiento ante las dificultades. Muchas veces los problemas entre los miembros de la familia se deben a que los asuntos conflictivos no se dialogaron a tiempo, y como una “olla express” se van acumulando en el interior de las personas hasta explotar en expresiones violentas y agresivas.
Fomentar la confianza al interior de la familia
Las personas que conforman un hogar son quienes más cercanía deben tener entre sí. Es con los familiares con quienes se debe tener la mayor confianza para compartir los asuntos que definen la intimidad, tanto los positivos como negativos, para promover un contacto interpersonal profundo y armónico.
Desarrollar tolerancia al interior de la familia
Las abuelas acuden al dicho: “Luz de la calle, oscuridad en la casa”, para referirse a la actitud de muchas personas de mostrarse más tolerantes en los asuntos que comparten con personas ajenas al hogar que con sus propios familiares. La tolerancia en familia debe ser la base de las relaciones, pues así se tengan dificultades entre sus miembros, éstos serán las personas con quienes se comparten más espacios en intimidad. Así te pelees una vez con tus hermanos, tus padres o tus hijos, éstos siguen siendo tus familiares.
Respeto por la intimidad y las diferencias personales
Cada miembro de la familia es un sujeto con derecho a su intimidad y vida privada. A pesar de fomentarse la confianza como elemento armonizador en las relaciones, ésta no debe ser motivo de violación de la privacidad de las personas. Cada uno tiene una forma particular de ser y tiene derecho a la libre expresión de su personalidad. Las diferencias deben ser motivo de diálogo en familia y no de desencuentro entre sus integrantes.
En síntesis, la creación de una unidad familiar fuerte, caracterizada por relaciones armónicas en su interior, permitirá un manejo eficaz del estrés diario, tanto de manera particular en cada uno de sus integrantes como de manera colectiva en la dinámica familiar, logrando que el hogar sea considerado como un espacio de confort y de descanso, en el que las personas se sienten seguras y protegidas, a la vez que fortalecidas para sortear las demandas implicadas en su vida cotidiana.
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