El arte de saber vivir.- Las fotos y los videos de niños en las redes sociales son realmente entretenidas, pueden ser disparatadamente divertidas, o en ocasiones, profundamente tiernas y agradables. Muchas veces también son virales.
Padres, madres, hermanos y tíos disfrutan exhibiendo las nuevas destrezas, picardías o travesuras de los pequeños y las comparten con sus contactos en Instagram, Facebook, Twitter y grupos de WhatsApp de familiares o amigos. La intención es maravillosa puesto que estos pequeños colman los días con permanentes descubrimientos y nuevos comportamientos. Algunos adultos talentosos y dedicados suelen, hábilmente, tomarse el trabajo para llevar adelante una edición, agregando efectos visuales o de movimiento que hacen aún más atractiva la producción.
Como parte de mi trabajo psicoterapéutico con niños, he tenido que ocuparme de resultados indeseados de publicaciones protagonizadas por chicos, de modo que si vas a divulgar fotos o videos que incluyan menores, considera los siguientes cuidados y potenciales secuelas:
Antes que nada, saber que cuando publicas algo, dejas de tener control sobre lo publicado. Puedes estar muy seguro de lo que haces con el contenido en tus dispositivos, pero no puedes tener la misma seguridad en relación a lo que harán los demás miembros de un grupo, o a quienes llegará tu publicación.
Las imágenes pueden descargarse fácilmente, y esto puede ocurrir con los permisos vigentes en tu perfil: -cliquear y “descargar la imagen”- o sin tu permiso -haciendo una captura de pantalla y publicándola luego como un nueva foto-.
Hay algunas situaciones que podrían ejemplificar esto:
Publicas un video con una torpeza o accidente de un hijo en un grupo familiar de WhatsApp, el único sitio en el que existe el grado de confianza y complicidad donde lo harías. Un sobrino adolescente, incluido en ese grupo, lo comparte a un compañero de colegio en busca de aceptación. El niño en cuestión hace alarde en sus propias redes y lo viraliza, haciendo comentarios ridiculizantes. Probablemente se dañe el vínculo con el familiar, y te avergüences luego por la bochornosa situación de tu hijo, que circula por doquier.
Subes una foto que te enorgullece de tu hija recibiendo un trofeo deportivo en tus redes sociales. Un conocido que la recibe la comenta “¡felicitaciones!”. Al haberla comentado, llega a los avisos de comentarios en el muro de un contacto desconocido para ti. Él es un firme opositor de los eventos competitivos en la infancia ya que los considera provocadores de hechos de violencia en el mundo. Milita por esta causa. Descarga la foto, la decora con stickers, mensajes burlescos y degradantes de la situación, llegando a millones de sus seguidores activistas que a su vez la comparten. Efecto indeseado multiplicado.
Amorosamente exhibes cómo tu pequeño atraviesa 2, 3 o 4 fracasos hasta que finalmente logra una nueva destreza, tal como podría ser patinar, montar bicicleta, esquiar, pasear en el segway que le regalaron para su cumpleaños. Tu objetivo es elevador, te enorgulleces de la tenacidad y del logro final del niño, creyendo firmemente que para él también es este un hito: la conquista de una nueva destreza. Lo que no tuviste presente es que ese video llegó a través de algunos padres a sus compañeros de colegio, de los cuales un grupo lo utilizará para burlarse de sus dificultades de principiante, y así será blanco de las bromas pesadas de varios días. Inesperado y frustrante.
Tener en cuenta las potenciales repercusiones de una publicación puede ser un aporte a la necesaria consideración de los niños y las niñas como personas que merecen todo el respeto. Aún si eres un padre, madre, pariente o adulto vinculado a ellos, y eres popular en tus redes, por favor publica tus propias imágenes en busca de likes, no avasalles la privacidad de los menores.
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