El arte de saber vivir.- Las distracciones suelen ser vistas como el enemigo número uno de la productividad y el rendimiento, tanto dentro como fuera de la oficina.
Existe una creencia común según la cual hay solo una forma posible de rendir al máximo en actividades que requieren concentración y enfoque, y es erradicar en absoluto todo aquello que nos distrae del objetivo final. Esta no es una práctica exclusiva de los entornos laborales: le decimos lo mismo a los niños desde pequeños, ocupándonos de diseñar ambientes libres de distracciones para garantizar que realicen adecuadamente los deberos o cumplan con las tareas asignadas.
Curiosamente, cuando nos remontamos a algunos de los descubrimientos más importantes de la humanidad, como los rayos X, la gravedad, la radioactividad, la penicilina, la insulina y el microondas (por nombrar unos cuantos), encontramos que todos ellos tuvieron lugar cuando los expertos estaban “distraídos” haciendo algo más; es decir, en periodos de dispersión rodeados de distracciones.
“La creatividad es la inteligencia divirtiéndose” (Albert Einstein)
Se habla mucho de la importancia de una atención selectiva, concentración y capacidad de enfoque, sin embargo, la evidencia sugiere que quizás no hemos estado hablando lo suficiente sobre la magia de la dispersión y los maravillosos efectos que pueden tener las distracciones en nuestra creatividad y productividad.
Un estudio publicado en 2012 por investigadores de la Universidad Carnegie Mellon asegura que las regiones cerebrales asociadas a la toma de decisiones continúan estando activas cuando la mente se distrae con tareas distintas al propósito establecido. Esto explica por qué llegamos a tener ideas maravillosas en la ducha, justo antes de dormir o de camino a la oficina.
De hecho, podría decirse que el problema no son las distracciones sino lo que decidimos hacer con ellas, y el modo en aprovechamos o dejamos pasar la oportunidad de sacarles provecho para potenciar nuestra creatividad.
Consejos para convertir las distracciones en tu mejor aliado
- Transforma los momentos de distracción en momentos de reflexión. Recuerda que pensar es el ejercicio de los sabios, y que una idea (tal y como lo comprueba la historia) tiene el poder de cambiar el mundo.
- Procrastina con inteligencia. La procrastinación no siempre es negativa en un entorno productivo, también es posible postergar para bien, optando por espacios que nos permitan enriquecer nuestras posibilidades, oportunidades y talentos antes de culminar un proyecto. A esto se le llama procrastinación productiva.
- Utiliza los periodos de dispersión para verificar tus metas. Tomarse un respiro para revisar nuestra situación actual y qué tan cerca o lejos estamos del objetivo establecido puede ser de gran ayuda para tomar medidas correctivas u obtener motivación extra. Si, por el contrario, no volteamos nunca a mirar el mapa, corremos el riesgo de perdernos en el camino y llegar a un puerto equivocado.
- No dejes de divertirte. Perder la ilusión es perder la gracia de vivir. Sea lo que sea que te propongas hacer, ¡disfruta el proceso! No seas demasiado duro contigo, da lo mejor de ti sin renunciar al gozo de los pequeños placeres de la vida, de este modo, podrás emplear las distracciones a tu favor en lugar de verlas como obstáculos para tu productividad.
- Crea como los niños. La capacidad de crear es un don extraordinario con el que todos nacemos, por desgracia, algunos lo dejan de lado a medida que llega la adultez y “asuntos más importantes” ocupan el primer puesto en la jerarquía de prioridades. Atrévete a conectar nuevamente con tu Niño Interior y descubre el universo de oportunidades al que nos conduce la creatividad ilimitada. Las distracciones se convertirán, entonces, en una forma de interpretar el mundo y dar a luz ideas novedosas para lograr nuestros objetivos.
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