Notimex.- “Nunca y por ningún motivo debemos perder la capacidad de soñar, pero al mismo tiempo, no le podemos pedir a otro ser humano que haga realidad nuestros sueños”. Ese es el axioma que Ernesto “Che” Guevara enseñó a su hija Aleida Guevara March.
“Somos nosotros, nadie más, quienes podemos hacer realidad nuestros sueños. Cuando mi padre comenzó a hacer lo que hizo, las acciones que lo llevaron al triunfo, sabía de todos los riesgos que asumía porque era consciente de todos los peligros. Esa era parte de su realidad, como la de muchos otros hombres”, afirmó en entrevista con Notimex.
En el marco de la promoción aquí de “Evocación. Mi vida al lado del Che”, una suerte de libro de vida compartida entre su madre Aleida March y su padre, el comandante Ernesto “Che” Guevara, Aleida evocó al legendario personaje desde la perspectiva de hija que es.
“Eso lo han hecho miles de hombres a lo largo de la historia de América Latina. Han comenzado a crear algo y después la vida no les ha permitido terminarlo. Pero lo importante es que estemos preparados para hacer una realidad ese sueño”, añadió la entrevistada, quien tiene vaga imagen del “Che”.
“Tenía yo cuatro años cuando lo vi, oficialmente, la última vez. Salió de Cuba y no pensaba regresar, porque ya se había despedido del pueblo. Pero Fidel Castro lo convenció de que regresara, en la clandestinidad, y lo volví a ver a los cinco años y medio de edad. Luego partió y nunca más lo volvía a ver”.
Explicó que cuando ella tenía 16 años se preguntó “¿Por qué yo quiero a mi papá si casi no lo tuve a mi lado? Comencé a buscar pequeños recuerdos de infancia y descubrí que ese hombre me había amado”, mencionó quien también se ha dedicado a la lucha social y a la ayuda humanitaria mundial.
La anécdota vino a su mente: “Fue el encuentro final. El estaba transformado en otro hombre. Me habían dicho que era un amigo de mi papá. Cené con él esa noche y luego, jugando con mis hermanos, me caí y me pegué fuerte en la cabeza. El corrió, me tomó en sus brazos y me revisó muy bien la cabecita”.
Agregó que ese hombre la palpó y la sostuvo hasta que el llanto cesó. “Al rato, le dije a mi mamá: ‘Creo que ese hombre está enamorado de mí’, porque yo había sentido un amor especial, una ternura muy grande, pero yo no podía decir que él era mi papá, porque me dijeron que era un amigo de mi papá”.
Con el tiempo, detalles como ese se convirtieron en algo muy importante para la entrevistada, porque pudo sentir, a pesar de que no lo tuvo todo el tiempo que hubiera querido, que su padre, el hoy mítico “Che” Guevara, la amó de una manera muy especial y eso, sostuvo, “es importante para cualquier hijo”.
Consecuentemente, añadió, tuvo de su padre otra lección de vida. “Si tu amas a una persona es precisamente por lo que esa persona es. Y eso fue lo que hizo que a partir del os 16 años yo buscara mucha más información sobre mi papá, leyera libros e investigara en todas las fuentes a mi alcance”, subrayó.
Ese ejercicio, confesó más adelante Aleida, le hizo mucho bien y la llevó a ser el ser humano sensible, afectuoso y pleno de bondad que es hoy. “Cuando uno tiene un padre así está obligado a ser mejor ser humano cada día, o por lo menos intentarlo. Es un reto tremendo para cualquiera, porque eso nunca es fácil”.
Ahora ella está en México para dar a conocer el libro “Evocación. Mi vida al lado del Che”, una recopilación de datos, testimonios y correspondencia con los que su madre, Aleida March, realiza un viaje por el sendero de la vida que compartió con el revolucionario. Un libro profusamente ilustrado en el que se dejan ver aspectos de su padre de carne y hueso, más allá del héroe conocido.
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