Notimex.- El Ciclo 2012–2013 de “Alterna Jazz. Música sin Categorías” inició espectacularmente con la tertulia de virtuosos instrumentistas desplegada en el Centro Cultural Roberto Cantoral de la Sociedad de Autores y Compositores de México (SACM) en banquete de síncopas ofrecido, la noche de ayer, por Diego Maroto, Ari Hoenig y Jean-Michel Pilc.
El jazz con sus consonancias inquietas puso en vilo al público asistente que por más de dos horas apreció las cualidades de Diego Maroto Trio y Proyecto Jazz Ari Hoenig-Pilc. Sonoridades de bebop, hard, cool, neoclásico y asomos de free irrumpieron en el recinto del barrio de Xoco y la vigilia se abarrotó de cadencias: sax tenor, contrabajo, piano y batería sellaron una jornada inolvidable.
El tiempo se detiene cuando el jazz camina por las rutas de la vida. El tiempo se unta de acordes porque el color del jazz guarnece las tapias de los muros. La estación permite la ronda de tambores y vientos, cuerdas y teclas, voces y silbas… El jazz, barrunto en el que Dios zurce sus conmiseraciones.
Y el tiempo ayer desafió la premonición del chubasco: el jazz impuso su llovizna de conformes y los enlaces de notas definieron el crepúsculo.
Tiempo I. Introito: El sax tenor Diego Maroto, el baterista Hans Ávila y el contrabajo Luri Molina entran al ruedo. Comienza la velada con obstinada pulsación del bajo y tanteos free del sax. La batería se columpia. Maroto marcha en lances expedicionarios: de Gordon a Lloyd, de guiños parkerianos a lúdicos paseos por recodos de Coltrane.
El contrabajo rinde tributo a Mingus en su obsesionante caligrafía. Diálogo entre tabaleos del drums y walking bass carteriano. Maroto entrega un lenitivo adeudo de Ornette Coleman. El baterista se arropa en amagos de Roach y dibujos de DeJohnette.
Jazz hilvanado en el patio: puntadas armónicas de proporciones equiparada a cualquier ensamble internacional. Prólogo que los cientos de asistentes vitorean complacidos.
Tiempo II. Modulo central. El pianista Jean- Michel Pilc, el contrabajo Or Bareket y el batería Ori Hoenig entran en los acordes modulados de John Coltrane en un arreglo para trío del clásico “Giant Step”. Piano en doseles monkianos. Bajo mesurado. Batería DeJohnetteiana.
“Think of One”, de Thelonious Monk, que discierne los silencios y la concurrencia aplaude desde el primer armónico. Propuesta melódica del pianista y tajos rítmicos de la batería: discordancias que concretan un boceto de enaltecida traza bebop en clústeres del piano que hacen referencia a Petrucciani. La anochecida es una cabalgata de farfullas enlazadas.
Composiciones propias (Pilc/Hoenig) del álbum más reciente del trío —“Threedom” (Motéma, New York, 2011)— inundan la sala. Publico en vilo. Hoenig secunda los racimos de notas de Pilc. Bareket caligrafía los pasajes con preciso pulso. En el “Afro Blue”, del cubano Mongo Santamaría, Hoenig despliega sus acreditaciones técnicas en pitch de singular exposición corpórea.
Palmoteo general. Algarabía de una concurrencia integrada por muchos jóvenes estudiantes de música. Dos salidas. La gente pide otra: el jazz tiene la capacidad de detener el tiempo. Son las 23 horas y a la muchedumbre parece no importarle.
Epílogo: “Threedom” –composición de Pilc/Moutin/Hoenig–: Hoenig juega con el ritmo a sus antojos: codos, antebrazos y manos desplazan a las baquetas. Delirio y palmoteos. Hoenig sonríe. Técnica colosal. Polirritmia en causes insospechados.
“Soy estudiante de percusión, lo que hace este señor es sorprendente”, comenta uno de los jóvenes espectadores. “Este tipo es un animal jazzístico, el jazz le sale por todo el cuerpo”, me dice a la salida, el investigador literario y poeta Evodio Escalante.
Fastuoso viaje musical. “Alterna Jazz” comenzó con el pie derecho en sandalia de charol. El agasajo continúa el próximo 20 de septiembre con el grupo mexicano Los Dorados y el trío del trompeta vietnamita Cuong Vu.
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