El yoga es una pieza esencial de la actual corriente LOHAS (siglas en inglés de “estilo de vida sano y sostenible”). Pero, ¿hay algo de cierto en los beneficios saludables que se le atribuyen a su práctica? Los últimos estudios científicos sobre el tema indican que bastante.
Sin ir más lejos, hace un par de años que un equipo de investigadores de la Universidad de Pensilvania (EE UU) demostró que la modalidad conocida como yoga Iyengar combate la hipertensión, lo que a la larga disminuye el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares. A esto se añade que estudios recientes realizados en el Instituto de Yoga de Santacruz de la India sugieren que adoptar las posturas de yoga o asanas con cierta frecuencia reduce en un 23% los niveles de colesterol en sangre. Con estos ejercicios también descienden la acumulación de grasa en las arterias y los niveles de fibrinógeno en sangre, una proteína que participa en la formación de coágulos. Sin olvidar que las estadísticas muestran que quienes practican esta disciplina visitan menos veces un hospital a lo largo de su vida que aquellos que no lo hacen.
Por si fuera poco, basta con conocer diecisiete posturas de viniyoga, un estilo fácil de aplicar que combina movimientos y respiración, para acabar con los dolores de espalda crónicos, especialmente si afectan a la zona lumbar, tal y como se podía leer en un estudio publicado en Annals of Internal Medicine. Los participantes en la investigación no solo notaron los efectos anestésicos del ejercicio sino que, tras unos meses de práctica, recuperaron la capacidad de ejecutar movimientos que meses antes les causaban un dolor insoportable. Si lo que nos duele habitualmente es la cabeza, una sesión de yoga también ayuda a evitarlo, tal y como se desprendía de un artículo publicado en Headache que vincula esta actividad a la prevención de las migrañas.
Otros beneficios del yoga se hacen evidentes mediante un simple análisis de sangre. Por ejemplo, un estudio de la Universidad de Ohio (EE UU) dado a conocer en la revista Psychosomatic Medicine reveló que practicando esta disciplina una o dos veces por semana de forma continuada se reduce la concentración sanguínea de interleucina-6, una molécula ligada a la respuesta inflamatoria del organismo y que parece estar implicada en los infartos, la diabetes tipo 2, la artritis y otras patologías. Asimismo, la investigación demostró que, cuando se someten a estrés intenso, los cuerpos de los “yoguis” responden con menos intensidad que aquellos que llevan una vida sedentaria o frente a quienes practican otro tipo de ejercicio físico.
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