Notimex.- En continuidad de la programación de conciertos de la Temporada 2013, la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México (OFCM) ofreció el fin de semana pasado -Sala Silvestre Revueltas del Centro Cultural Ollin Yoliztli (CCOY)- una ronda concertina conducida por el español José Luis Castillo con obras del estonio Arvo Pärt (1935), y los británicos Benjamin Britten (1913- 1976) y Edward Elgar (1857-1934).
Gala que celebra el centenario del natalicio de Britten con la interpretación de “Cantus a la memoria de Benjamín Britten”, de Pärt; “Variaciones sobre un tema de Frank Bridge” (Adagio, Marcha, Romance, Aria italiana, Bourrée clásica, Vals vienés, Moto Perpetuo, Marcha Fúnebre, Canto, Fuga y final), de Britten, y “Sinfonía No. 1” (Andante nobilmente e Semplice Allegro, Allegro molto, Adagio, Lento Allegro), de Elgar, respectivamente.
Uno. “Cantus a la memoria de Benjamin Britten”, que el compositor minimalista Pärt concibió en el periodo 1977-1980. Tributo al músico británico representante del neoromanticismo, autor de la famosa “Sinfonía Simple”, a quien Pärt no pudo conocer personalmente pero que consideraba “un compositor de inusual belleza en sus obras”.
Cantus estructurado en forma de canon en espiral (siglo XVII): antecedente/consecuente en contrapunto: siluetas bachianas y asomos de naciente serialismo. Hermoso motivo melódico de cadenciosa procesión en lo que las “sortijas” (vueltas) rematan con la refracción de la campana tubular en muestra del estilo “tintinnabuli” que el mismo Pärt ha comparado con “la luz blanca que contiene todos los colores de un prisma”.
Error de los programadores: dar inicio a la gala con esta obra que exige concentración total en el recinto: los asistentes todavía se acomodaban y comenzó la ejecución de una breve pieza que “brota del silencio para ascender al silencio”.
Se perdieron las resonancias de la campana tubular (la OFCM utilizó otro tipo de campana). El público comenzó a aplaudir antes de la conclusión: no se pudieron apreciar los efectos del tintinnabuli pärtiano (pausa rumorosa).
Dos. “Variaciones sobre un tema de Frank Bridge”, Op. 10, del autor de la celebrada ópera “Peter Grimes”: once movimientos elípticos que recrean el universo tímbrico del violinista británico Frank Bridge (1879-1941), quien fue maestro de Britten.
Variaciones que tienen origen en la admiración. Bridge fue determinante en la formación del joven Britten: sus piezas “El mar” (1911) y “Oración” (1930) -para violonchelo y orquesta- dejaron huellas en el estilo de quien sería después el más significativo compositor inglés de mediados del siglo XX.
Bridge en dársenas románticas (Brahms) y ciertos influjos de Ravel, Debussy y Scriabin, que Britten pondera desde dibujo de hermosa motivación melódica (Adagio, Marcha y Romance), cadencioso Vals vienés, barruntos mozartianos (Bourrée clásica), desconsolada Marcha fúnebre de acoples wagnerianos, cruzamientos de timbres y colores (Canto) y Fuga de proceloso final. “Parodia musical” (Aria italiana) de ennoblecida y lúdica distribución orquestal.
Batuta atinada del director de la Orquesta de Cámara de Bellas Artes y una OFCM en su mejor momento de una recepción que comenzó con irregularidades, y terminó con la mitad de los asistentes en los brazos de Morfeo.
Tres. “Sinfonía No. 1 en la bemol mayor”, Op. 55, de Edward Elgar. Algunos melómanos afirman, quizás con exageración y cierto sarcasmo, que la música clásica británica comienza con el compositor barroco Henry Purcell (1659-1695) y termina con Benjamin Britten.
Edward Elgar es para algunos críticos un importante compositor, a pesar de los desdenes de muchos melómanos. Indiscutible la trascendencia de su “Sinfonía No. 1” que concluye en 1908, y fue atacada por los críticos de la época por su “dispersión temática”.
La OFCM asumió la ejecución de esta larga pieza (57 minutos) con oficio de correcta enunciación, pero con opacado brillo concertino. Primer movimiento de extenso Andante nobilmente e Semplice Allegro poco convincente. La marcialidad alcanzada en el Allegro molto despierta a algunos dormidos en la platea superior de la sala.
Adagio de inspirada exaltación, y Lento Allegro final de cabalgante acentuación orquestal. Creemos que la sustancia de esta pieza descansa en los planteamientos del primer movimiento (particularidad orquestal, encadenamiento temático y proporciones armónicas) que estructuran una obra, quizás demasiado larga, pero de incuestionable enardecimiento emocional.
Cromatismo wagneriano y reflujos de Berlioz, Richard Strauss, Brahms y Stravinski que la OFCM transmitió con tino. Pero algo sucedió después del intermedio que sumió a la mayoría de los asistentes en una somnolencia que no correspondía con las energías de la obra de Elgar, evaluada con flemáticos aplausos finales.
Próximo fin de semana: obras de Igor Stravinski y Armando Luna y la participación del dúo de arpas Sondos. José Areán fungirá como conductor. No hay justificación para faltar a esta invitación de la Secretaría de Cultura del DF en la gestión concertina de su Orquesta Filarmónica.
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