TIEMPOS DE CAUSA

Written by Redacción. Posted in Columnas

Published on febrero 28, 2013 with No Comments

David NocedaCrimen Organizado en vísperas del Nuevo Siglo

En pleno inicio de la posmodernidad, diversos han sido los acontecimientos que apuntan a que el panorama político y cultural de esta época será uno de los más violentos. Por un lado, tuvimos los ataques terroristas del 11 de septiembre en Estados Unidos, y año más tarde los ocurridos en España durante el 11 de marzo en los cuatro trenes de la red de Cercanías de Madrid. Ambos ataques, se ven entremezclados cuando analizamos a los grupos yihadistas que se encuentran detrás de éstos.

Es primordial antes que nada, hacer énfasis en que la cultura musulmana no es del todo extremista, dentro de ésta existen múltiples corrientes con derivaciones sumamente complicadas que implican factores cada vez más complejos. En la actualidad, son diversas las posturas que señalan que el terrorismo en su conjunto, es un subproducto de la globalización como lo son los cárteles de droga, las células italianas de crimen organizado o las grandes corporaciones empresariales virtuales que se desarrollaron en la década de los noventa. Sin embargo, estamos ante un fenómeno que está demostrando la posibilidad económica de estos grupos para establecer un conjunto de redes comerciales y una dinámica a nivel global, que derrumba por completo los mitos de que el hombre moderno es un ser totalmente amistoso y razonable.

Con los ataques terroristas del 11 de septiembre, las facultades de acción de este tipo de organizaciones quedaron bastante claras ante los ojos del mundo y los críticos del neoliberalismo. Esto se debe a que como señala John Gray en su libro “Al Qaeda y lo que significa ser moderno”, los terroristas que atacaron Nueva York el 11-S, hicieron algo más que demoler el World Trade Center. Destruyeron el “mito dominante de occidente”.

Ante esta ruptura de ideas, surgen otro tipo de planteamientos que pueden cambiar por completo las visiones actuales de las organizaciones criminales y su poder político-económico. El carácter global de Al Qaeda, proyecta una forma privada de violencia organizada y la creencia de que es posible un nuevo mundo precipitado mediante actos espectaculares de destrucción. Pero esto quizá no sea lo más alarmante, sino que al hacer un análisis comparativo en cuanto a las cifras o el flujo de capitales que este tipo de organizaciones están generando, podemos encontrar que aunque los medios de financiamiento entre las células terroristas y las mafias italianas, o inclusive los narcotraficantes, sean diferentes, el poder económico que adquieren los convierte en otro brazo de poder capaz de establecer nexos y alianzas que les otorguen facultades más allá de los límites territoriales que antes abarcaban.
Estas redes comerciales, involucran tráfico de personas, mujeres provenientes desde la zona de los Balcanes hasta de Sao Paulo en Brasil, que son tratadas como mercancía hasta llegar a sus dueños para luego ser explotadas no sólo en algún país de América Latina, sino en todo el continente o peor aún, en buena parte del mundo. Este flujo comercial-humano, es el más nutrido dentro del crimen organizado, pero también es cierto que las ganancias relativas a este tipo de actividades son menores a la producida por el tráfico de estupefacientes.

De acuerdo al libro “La Colonización en Europa” de Guillaume Faye (2000), en Francia el fenómeno era claramente visible por el surgimiento de millares de pequeñas empresas o microempresas en manos de musulmanes o de otros inmigrados que no pagaban impuestos. A esto habría que sumarle que ni siquiera estaban registrados en los registros de comercio, por lo que no eran controladas o sancionadas. El mismo autor nos señala un punto interesante que sin duda podemos tomar para entender la falta de control por las autoridades, es que cuando estos grupos se sitúan en barrios “sensibles”, el Estado no quiere disturbios y trata de comprar la “paz social”, cosa que sólo acaba con acrecentar el problema.

En Francia y en todo el mundo, una verdadera economía criminal paralela surge dentro de un circuito cerrado que toma posesión progresivamente en las ciudades y se extiende anualmente hacia nuevos territorios. No sólo se fundan células dedicadas al tráfico de drogas, la piratería, la prostitución o la reventa de objetos robados, sino que poco a poco van instalando una serie de valores y una contra economía “parásita” en rápido desarrollo (Faye, 2000).
En estos días, se menciona cada vez más sobre la importancia del intercambio de inteligencia y cooperación de las agencias de aplicación de la ley a nivel global. Para esto debemos de tener claro que durante el 2002, gracias a este trabajo conjunto, se logró el arresto o la detención de casi 2.300 presuntos terroristas en noventa y nueve países, lo que ha impedido muchos ataques, aunque lamentablemente no todos, contra objetivos civiles en todas partes del mundo. (Armitage, 2002).

Durante este año, retomando a Richard Armitage (2002), más de 160 países congelaron más de 100 millones de dólares en bienes pertenecientes a terroristas y sus patrocinadores. En cada uno de estos esfuerzos, expertos en política exterior desempeñaron un papel clave en obtener los acuerdos y las medidas necesarias.

Las campañas gemelas para derrotar al terrorismo y reconstruir a países como Afganistán, ejercen presión sobre los recursos globales y ponen a prueba a la resolución internacional. El liderazgo de Estados Unidos si bien ha sido malinterpretado en diversas ocasiones por su intervención militar en los países con una ideología diferente, también ha mostrado que para enfrentar los retos del siglo XXI, es necesario considerar la naturaleza transnacional de los organismos criminales alrededor del mundo, desde la proliferación de las armas de destrucción en masa que se convierten en mercancía del mercado negro, hasta las redes comerciales que se generan de Europa a América para la venta de droga. Ahí se los dejo…

Por: David Noceda/ dudas o sugerencias david.noceda@hotmail.com

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