Notimex.- Una obra trágica, sin caer en el extremo fatalista, en la que se manifiesta la filosofía existencialista de Albert Camus y en la que se incita a una reflexión sobre el peso de la voluntad humana, llega al teatro Julio Carrillo, del Centro Cultura del Bosque, donde tendrá temporada del 14 de marzo al 21 de abril.
Se trata de la pieza “El Malentendido”, de Camus, dirigida por Marta Verduzco, que ofreció en la víspera un ensayo para prensa y que rinde un doble homenaje, por un lado celebra 100 años del natalicio del autor, mientras que en el montaje se incluyó música original de Joaquín Gutiérrez Heras, para recordarlo en su primer aniversario luctuoso.
En la puesta en escena, a cargo de la Compañía Nacional de Teatro, se destacan conceptos característicos del pensamiento del autor argelino, tales como el destino voluntario, la sinrazón de la vida, la fragilidad del ser, el absurdo de la existencia y una concepción decadente sobre el amor y la región.
Ambientada en la Europa de la posguerra, los actores Farnesio de Bernal, Emma Dib, Érika de la Llave, Ana Ofelia Murguía y Rodrigo Vázquez, interpretan la historia de un hombre, Jan, que regresa con su esposa, María, a la casa que abandonó 20 años atrás, para reencontrar a su hermana Marta y a su madre.
Sin embargo, las cosas son sumamente diferentes a como las imaginó Jan, quien decide permanecer en el anonimato y pide a su esposa lo deje solo durante un día para arreglar su situación, luego de no ser reconocido por su familia, que ahora se dedica a matar a huéspedes adinerados que se albergan en su posada.
Ataviadas con vestidos de colores negro y gris, oscuros como el país que habitan, según describen ellas mismas en sus diálogos, las mujeres planean la muerte del nuevo inquilino, quien en contraste, con una actuación vigorosa, aparece lúcido y con un traje claro, que resalta su inocencia y su deseo de compartir su felicidad.
Por otro lado, representado por la figura de un hombre maduro, casi anciano, vestido de blanco, prácticamente mudo y sigiloso, el mayordomo de la posada, simboliza metafóricamente a un Dios que no oye bien y que con sus acciones dirige al auditorio para destacar que da paso al libre albedrío de los personajes.
Aunque con pocas intervenciones musicales, el diálogo de los personajes, puntual, claro y expresivo, ayuda a destacar la esencia que conforma a cada personaje y que al mismo tiempo, mediante el discurso, se invita al espectador a cuestionarse sobre el sentido de cada acción.
Lo inevitable ocurre, Jan es asesinado y demasiado tarde, madre e hija descubren la identidad del huésped, explotan las emociones de las mujeres y manifiestan frustración, culpa y odio, que las conduce también a la muerte, y ante las plegarias de María a Dios, un rotundo No de éste como respuesta, marca el final de la obra.
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